Rasgos de la abertura ecumenica de San Luìs Orione.
DON ORIONE, un verdadero espíritu ecuménico
Hermana María del Pilar
En ocasión de anteriores Octavarios de oración por la unidad de los cristianos, hemos presentado distintos ejemplos de personas que ofrecieron su vida entera por el ecumenismo. En primer lugar la vida de la Beata María Gabriela Sagheddu, Patrona de nuestro Monasterio, propuesta como modelo por el mismo Santo Padre en la Ut Unum Sint 27, luego La Beata María Isabel Hesselblad, co-patrona del Monasterio y el año pasado el Padre Cesare Tondini, de la Congregación de los Padres Barnabitas.
Para este nuevo octavario queremos presentar el ejemplo del Beato Luis Orione, basándonos en el libro de Flavio Peloso “Don Orione, un verdadero espíritu ecuménico” (Roma, 1997). Es sorprendente la presencia de la finalidad ecuménica en la espiritualidad y en el apostolado del beato fundador desde los inicios de su Congregación (1903), en tiempos en que de ecumenismo y de unidad de los cristianos casi no se hablaba en la Iglesia Católica, lo que nos hace considerarlo, junto a tantos otros de principios del 900, un pionero de la unidad.
Con iniciativas concretas y con palabras de acento profético, don Orione exhortó a no resignarse a la división de las iglesias cristianas. Su trabajo fue dentro de los límites que no conoce límites de la caridad de Cristo, celoso siempre de instaurare omnia in Christo.
Juan Pablo II, durante el rito de beatificación, recordó este verdadero espíritu ecuménico que colmó los días de don Orione, y así decía entre otras cosas: “él ha recorrido el sendero de la caridad que no cierra puertas, como diría el Dante una verdadera caridad divina que edifica y unifica en Cristo”.
1) Un pionero del ecumenismo: Caridad y reparación
Ya desde los primeros esbozos de las Constituciones -pensar que estamos a inicios del 900- escribe que la naciente congregación se consagraba en “particularísimo modo, con todo estudio y sacrificio de caridad a obtener la unión de la Iglesias separadas” . Por este motivo podemos considerar a Don Orione un pionero, un forjador del ecumenismo en tiempo en que esta palabra no se usaba como hoy día, sino que se lo denominaba catolicidad. Cuando el beato fundador habla de unión de la Iglesias se refiere principalmente a las iglesias cristianas de Oriente, pues con ellas era con quien la Iglesia católica establecía su “catolicidad”.
Don Orione habla de unión de las iglesias separadas, lenguaje que toma de su tiempo. De hecho los primeros tentativos de diálogo fueron bajo el impulso del Papa León XIII en relación con las iglesias separadas de Oriente, porque todavía con los protestantes y anglicanos existía una gran distancia y frialdad en las relaciones.
En 1902 el joven fundador tiene una audiencia con León XIII que será decisiva, pues allí mismo Don Orione le presenta a su Santidad las primeras constituciones, las cuales el Papa bendice de buen grado y le recomienda, confirmando el deseo presentado por el fundador, de trabajar por la unión de las iglesias de Oriente “é questo , mi disse, un altísimo mio consiglio” .
Don Orione nota también el acento reparador que tiene la obra de la unidad: “... esta obra de la unidad de las iglesias separadas, me parece obra no sólo de caridad, sino también de reparación de parte nuestra” .
2) Acción concreta: “Ir al encuentro...”
Cuando apenas nacía la Congregación, Don Orione recibe el ofrecimiento de una parroquia con un edificio anexo para cualquier obra de caridad. Y gozando aún del influjo consolador del Papa León XIII abre su primera casa dedicada a la misión para la unión de las iglesias de oriente. En esta obra es importante destacar que el fundador quiere que se vaya al encuentro de las iglesias y no tanto asumir ese “ecumenismo de retorno” que se pensaba en aquel tiempo.
Tanto era su ardor por esta causa que compone dentro de sus Constituciones una visita al Santísimo Sacramento que hará toda la congregación después del almuerzo para implorar todos juntos por la unidad, costumbre que se conserva hasta nuestros días. Oración que comprometía a cada uno de los miembros hasta el derramamiento de sangre si fuera necesario.
Son de notar los verbos con que se expresa Don Orione cuando se trata de trabajar por la unidad: rezar, trabajar, sacrificarse, verbos que cumplieron en él y en muchos de sus hijos su más delicada acción por la gran causa de Cristo, y que son para todos accesibles para empeñarse eficazmente por el ecumenismo en nuestros tiempos.
Con este deseo siempre vivo en el corazón, aceptó otras invitaciones para fundar fuera de Italia en pueblos de distinta confesión cristiana. En 1921 funda en el valle de Sorek -el valle de las hazañas bíblicas de Sansón- en Tierra Santa. A él se deberá la construcción del Santuario a nuestra Señora Reina de Palestina, que funciona actualmente. Más tarde se dirige hacia Cafarnaúm y Jordania, aquí trabajando en medio a los musulmanes. En 1923 se extiende hacia su amada Polonia por la que sentía un particular afecto para luego entrar en Ucrania y Rusia. Actualmente sólo religiosas de su congregación se encuentran trabajando allí. Otra fundación creció en la isla greca de Rodas acogiendo a huérfanos armenos.
Con el pasar del tiempo, siempre con mirada profética se extendió por Estados Unidos, Inglaterra y otras naciones protestantes, sobre todo en Noruega.
3) Frutos en vocaciones
Poco más arriba mencionamos la fundación en Rodas donde la naciente Congregación acogió tantos niños huérfanos. La caridad cristiana fue entonces la maestra y la madre de estos niños que al ir creciendo manifestaban el deseo no sólo de pertenecer a la Iglesia católica, sino, aún más, consagrarse como sacerdotes allí donde habían recibido tanto bien como el tesoro de la verdadera fe, la congregación de Don Orione. El Beato fundador reconociendo el valor del don que Dios le hacía en esos primeros jóvenes armenos quiso dedicarse personalmente de su formación sacerdotal y adoptar el rito de la liturgia armena-católica para conservar en ellos el amor a su cultura religiosa.
4) Espiritualidad ecuménica: Cristo y María
Aunque la espiritualidad de Don Orione y su obra es fundamentalmente cristocéntrica- de allí su lema instaurare omnia in Christo - confiaba que la causa de la unidad se cumpliría ciertamente por la omnipotente intercesión de María Santísima. Y así no se cansaba de repetir: El Oriente se separó del Papa, pero no supo separarse de María, cuya imagen obrará prodigios... será esto como un puente de eventual unión con los disidentes” .
Don Orione gustaba llamar a María con el mayor de sus títulos, Madre de Dios, pues era para los ortodoxos la Theotokos y para los protestantes una prerrogativa de María que no podían negar sin negar las Santas Escrituras, por tanto un título valiosísimo que enlazaba confesiones cristianas.
5) La caridad: la obra más grande de la unidad
Grande fue la sorpresa al llegar a las últimas páginas del libro, cuando habiendo seguido el proceso de crecimiento del empeño ecuménico en el alma y en las obras del beato fundador, encontramos que la mayor obra ecuménica que Don Orione emprendiera fuera una obra de exquisita caridad como es el Cottolengo de Buenos Aires, en Argentina.
En efecto, sucedió que mientras Don Orione almorzaba junto a la comunidad y uno de los sacerdotes leía la vida de San José Benito Cottolengo, se leyó un pasaje que Don Orione hizo repetir por tres veces, deteniéndose en su reflexión y haciendo luego partícipes a los demás de una luz que resplandecía en su alma.
San José Benito Cottolengo decía en sus Constituciones, acerca de sus hogares de minusválidos y discapacitados, que deberían aceptarse allí a todo el que lo solicitara fuera del credo que fuese o sin religión alguna. Don Orione comprende el significado del texto: Dios no hace acepción de personas... Dios llama a todos los hombres a su salvación... a su amor de Padre, Dios une a todos los hombres en su única caridad.
Decía: “En el Pequeño Cottolengo argentino, por gracia de Dios, no ha muerto todavía ninguno que no haya muerto católico, porque Buenos Aires es una ciudad cosmopolita donde se encuentran hebreos, turcos, calvinistas, luteranos, anglicanos... El Pequeño Cottolengo argentino abre sus puertas a todo tipo de miserias morales y materiales. No solamente recibe sin distinción de nacionalidad o religión, sino también sin religión alguna, porque Dios es Padre de todos” .
6) Unir a la propia familia católica
Si meritorio fue su afán por hacer volver a los cristianos no católicos al seno de la Iglesia de Cristo, mucho más, sin duda, ha sido la caridad inmensa con que sufrió y se esforzó para atraer nuevamente al único redil a tantos sacerdotes, filósofos y teólogos de su tiempo que llevados por las falsas ideologías de principios del siglo pasado se habían desviado. Les escribe, los exhorta con afecto paterno, los invita a sus casas e incluso besa las manos sacerdotales de quienes habían desgraciadamente caído en la excomunión y reducción al estado laical debido a sus errores, confiando en que la caridad sería el modo más eficaz de reconducirlos a la unidad junto al vicario de Cristo. Muchos de ellos nos han dejado testimonio en su correspondencia con Don Orione. Así, por ejemplo, se expresaba Gallarati Scotti en una de sus cartas: “Yo estaba confuso, enredado en mis tantos errores, incierto. Don Orione era simple, seguro, con la frescura alegre de quien se siente en el mundo todo penetrado de Dios... éste era su genialidad: el amor... Tú has sido mi buen samaritano. Lo saben todos, y yo mejor que cualquier otro...”
7) Como el Salvador antes de su retorno al Padre
Por último y a modo de conclusión no podíamos terminar mejor este trabajo sino con los últimos suspiros del Beato fundador antes de partir de este mundo, que a imitación del Salvador fueron por la causa santa de la unidad.
Decía Don Orione: “...y ahora, ¿qué os diré al dejaros? Repetiré las mismas palabras que nuestro Salvador elevara a su celestial Padre cuando estaba por dejar a sus discípulos: Pater sancte, serva eos ut unum sint, sicut et nos unum sumus. Haz que tu amor y tu caridad, oh Señor, reúna a todos, para así formar un solo corazón y una sola alma. Ut sint consummati in unum”.
Que estas postreras palabras que fueron el inicio de su intercesión celestial por el ecumenismo nos impulse a todos nosotros a cooperar eficazmente por el deseo del Corazón de Cristo muerto en Cruz para unir al cielo con la tierra, a unir a la gran familia de la humanidad con Dios, Padre de todos.