En la cuaresma de 1892, el encuentro del clérigo Orione con Mario Ivaldi y el inicio del primer oratorio: fue la primera semilla de la Pequeña Obra de la Divina Providencia.
En las cosas de Dios y de la Iglesia, hacer descripciones y balances es siempre arriesgado e inadecuado, además de que se corre el riesgo de ser irreverentes. Recordemos lo que le pasó a David cuando quiso contar a su pueblo (2Sam 24).
Don Orione, presentando la Congregación a los amigos y bienhechores de Roma, el 14 de marzo de 1934, dijo: “Aquella pequeña semilla ha crecido, se ha vuelto una plantita, pero no es todavía la planta: ¡es aún la Pequeña Obra de la Divina Providencia! Y ¡ay del día en que deje de ser la humilde, la pequeña Obra! ¿Cuántas casas hay ya en la Pequeña Obra? se lo digo delante del Señor, no lo sé; pero creo que no serán menos de 60 ó 70 casas”.
¿Cuándo fue sembrada “aquella pequeña semilla” después convertida en “planta con muchas ramas”? ¿Cuándo se inició aquel primer oratorio con Mario Ivaldi? en un día de cuaresma de 1892. ¿O acaso el 15 de octubre de 1893? cuando fue abierto el primer pequeño colegio de San Bernardino. ¿O tal vez el 21 de marzo de 1903, cuando el obispo Igino Bandi emitió el Decreto de aprovación canónica de la Congregación?
La semilla del carisma había sido echado en el terreno de la vida de Don Orione aún antes, de un modo escondido y humilde, no visible aún en sus brotes externos.
Varios indicios históricos y epistolares nos llevan a intuir que la gracia carismática haya sido donada por el Señor a Don Orione en la primera quincena de mayo de 1890, cuando en el seminario de Tortona, donde el joven clérigo había entrado desde hacía pocos meses, y se predicaron los ejercicios espirituales. ¿Qué ocurrió en el secreto de su alma? Es difícil decirlo. Ciertamente que "el Señor lo visitó", le "mostró su rostro", le “hizo una gracia”. Su vida, después de aquellos ejercicios espirituales, resultó profundamente transfigurada y transformada.
Un compañero suyo de seminario, Gragnolati, lo atestigua: "En ese tramo de 1890, en el que estuve con él en filosofía, precedente a los SS. Ejercicios Espirituales, nada singular recuerdo de él… pero después de los Ejercicos Espirituales de aquel año, empezó como a resurgir, especialmente en la práctica de la humildad y de la caridad hacia los compañeros". También otros compañeros de la época, Fornari, Tacchini, Gragnolati, Vaccari, Fiocchi, Guerra, etc. escribieron sobre los recuerdos y episodios que documentan este cambio.
Pero es una carta del joven clérigo Orione, en un tono de boletín de guerra y de proclamación de victoria, la que nos dice que algo de “divino” ocurrió en él. La carta fue escrita a su amigo Vincenzo Guido, el 21 de mayo de 1890.
"Después de seis meses de lucha, Jesús ha vencido y triunfa en mi corazón. Como amigo querido quiero darte esta nueva que te llenará el alma de consolación. Ya no soy del mundo. Hoy, 21 de mayo, lo he abandonado para abrazarme a la Cruz de Jesucristo y seguirlo adonde quiera que vaya. A pesar de esto no obstante, mi cuerpo quedará aún para diversión del mundo, hasta que le plazca a Nuestro Señor llevárselo al más allá. Agradece conmigo a Su Divina Majestad, y ruégala que me inflame de caridad y de beneplácito a su voluntad.
¡Adiós, oh mundo, adiós, oh parroquia, adiós o pueblo, oh parientes, adiós! ¡Adiós oh pasado, oh libertad mía, oh mi voluntad, oh a todas mis cosas, adiós y adiós! ¡Oh mundo, oh carne, oh demonio, yo os repudio y os abandono por virtud del Espíritu Santo, os doy una patada y renuncio a ustedes para seguir a Jesucristo y os dejo para siempre en nombre y a gloria de Mi Señor! ¡Adiós!
Ruega por mí que soy un pecador. ¡Viva Jesús! ¡Que Jesús triunfe!
El pobre siervo de Jesucristo
Ch. María Luis, de Jesús, de las almas y del Papa".
¿Han notado cómo firma? Nombrando sus cuatro amores carismáticos: Jesús, almas, papa, María. Es la primera vez que lo hace.
El historiador Silvio Tramontin definió a Don Orione como “un prodigioso "solo" del Espírito Santo”. El cardenal Giuseppe Siri dijo que Don Orione “había nacido río”, desde el inicio. La gracia del carisma, desde el inicio, estaba ya completa, como una semilla vital. Se necesitará después toda la vida de Don Orione, y de su Pequeña Obra de la Divina Providencia, para desarrollarla según los tiempos y lugares.
Han pasado 125 años desde que, en un viernes de cuaresma de 1892, en el fondo de la catedral de Tortona, el clérigo sacristán Orione se acercó a Mario Ivaldi para darle un poco de catecismo y llevarle a Jesús. Fue el primer retoño en asomarse de la semilla escondida.
Han pasado 125 años desde que, el 3 de julio de 1892, en la casa y en el patio del obispo Bandi, fue abierto e inaugurado el primer Oratorio del clérigo Orione.
“¡Cuántos años han pasado ya desde aquel 3 de julio; pero tengo el recuerdo muy vivo delante, como si fuese ayer. Era clérigo y custodio de la catedral: el obispo de Tortona era Mons. Bandi. Los muchachos y jóvenes que estaban a mi alrededor eran muchos, algunos centenares: les había de la elemental, de la técnica, de los estudios medios y un buen grupo que ya trabajaba. No se les podía ya tener: no cabían en mi habitación, la última, en lo alto, sobre las bóvedas de la catedral, porque corrían arriba y abajo por todas partes, ya no se les podía tener. […] La Pequeña Obra de la Divina Providencia, nacida de aquel pequeño oratorio festivo y la primicia de aquellos muchachos, ya había sido ofrecida, y diría que, consagrada al Señor, a los pies del Crucifijo”. (Carta del 3 de julio de 1936).
De aquella semilla ya se podían ver las primicias que hacen esperar un desarrollo prometedor.
De hecho, la Pequeña Obra ya era una pequeña planta ramificada cuando, el 21 de marzo de 1903, el obispo Igino Bandi, aprobó canónicamente la Congregación. Era realmente pequeña, una tierna plantita, frágil pero lista para el futuro: con Don Orione estaban 4 sacerdotes, 3 clérigos, 4 eremitas; un grupo de seminaristas habían sido reclamados al seminario por el obispo el año anterior. Las casas de aquella “Pequeña Obra” eran 8.
La vitalidad de aquella semilla de vida, que hemos aprendido a llamar carisma, fue la que llevó a crecer a la planta que se nutrió de los variados climas y condiciones del terreno que fue encontrando a lo largo de la historia.
Era ya bastante robusta y completa en sus articulaciones esenciales en 1940, a la muerte de Don Orione. Eran ya 777 Los Hijos de la Divina Providencia, con 90 novicios y otros 491 clérigos, esparcidos en 82 casas y comunidades en Italia, Argentina, Polonia, Brasil, Uruguay, Albania, Roda, EEUU. En aquella planta habían crecido también como un germen “las humildes Pequeñas Hermanas Misioneras de la Caridad, rama iniciada el 29 de junio de 1915”; eran 250 en 1940. Además iban tomando consistencia algunas asociaciones laicales: las Damas de la Divina Providencia, los Ex alumnos y los Amigos de Don Orione.
¿Y hoy? Aquella “única planta con muchas ramas” se ha desarrollado posteriormente “tanto que los pájaros del cielo hacen nidos en ella” y participan de su vida. Son tantas “almas y almas” que son acogidas para encontrar resguardo, alimento, formación, compañía, reposo en los Pequeños Cottolengo, escuelas, casas de caridad, parroquias y misiones.
Al mirar la planta, a muchos se les escapa un “Oh” de admiración. Otros aplauden. Quien sabe cómo son las cosas dice: Deo gratias.